Si quieres leer hazlo pero te advierto que es SPOILER y esto sólo lo entenderán quienes siguen la trama de Nieblas del Pasado y conocen bien la historia de Leonor y Leopoldo, si no la conoces por favor no leas porque no vas a entender.
¿Preparados?
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El diario de Leonor Hampton - Nieblas del Pasado 3
La coronación de Leopoldo se llevaría a cabo a las 14:00 hrs del 16 de Enero de 1,979 y todo sucedió exactamente como estuvo previsto. Él tuvo la gente adecuada a su lado para vestirlo como debía de hacerlo para la ocasión, al igual que Tita y yo, las personas encargadas de peinarnos habían llegado antes de las doce del mediodía por lo que entre bocadillos y jugo nos arreglamos ya que el festejo vendría después. Tita usó un vestido largo color celeste acompañado de su respectivo abrigo, una pequeña tiara de brillantes con aretes y gargantilla a juego y una banda blanco marfil que cruzaba su pecho portando en ella algunas insignias de la Casa Braganza de Portugal y de los Sajonia-Coburgo y Gotha de Alemania herencia de su bisabuela Leonor de Viznaí. Yo usé un vestido color beige, igualmente largo de talle recto, con brocados de pedrería en el talle del busto y manga larga con su abrigo blanco que lo acompañaba. Me hicieron un moño alto por lo que también lucía una pequeña tiara regalo de Tita y joyas a juego, también usé una banda igual que la de Tita pero blanca y en ella también portaba algunos prendedores que pertenecieron a la familia. La Casa Braganza, Borbón por partida doble, Sajonia y el emblema de Wessex, Portugal, España, Italia, Alemania e Inglaterra todos juntos estaban a la vista en mi pecho, no sólo para recordarme cual era mi lugar por una vez en la vida sino para demostrarles a los nobles de Bórdovar que no estaban tratando con cualquier hija de vecina.
(...)
La ceremonia fue muy propia, como debe ser una
coronación real, los Nobles, Ministros, Consejo y los invitados de las Casas Reales
extranjeras que habían asistido ya estaban ocupando sus lugares dentro de la
iglesia. Cuando yo entré me quedé sin habla ya que su extraño estilo gótico exterior
me hacía deducir que era oscura, fría y lúgubre pero no era así. Hermosos
candelabros de cálida luz tenue pendían del techo mostrando el esplendor del
lugar, no eran católicos, no habían imágenes de ningún santo excepto uno; el
apóstol San Pablo y una enorme cruz en lo que se suponía era un altar mayor. Los
cuadros con pinturas tipo renacentistas que decoraban, reflejaban hermosas
escenas bíblicas en el mismo orden de la Biblia; desde el Génesis hasta
Malaquías y desde Mateo hasta el Apocalipsis, Antiguo y Nuevo Testamento
estaban a la vista de todos en la iglesia y eso me gustó. Enormes candelabros
de pedestal en brillante bronce con velas, inciensos y flores blancas cayendo
como cascadas decoraban el camino por el que el rey iba a pasar. La preciosa e
impecable alfombra color azul marino era por donde él iba a caminar hasta
llegar al final donde estaba un trono simbólico porque no era el mismo que
estaba en su castillo, pero allí se iba a sentar el que sería el nuevo Rey de
Bórdovar. Presenciar todo aquello me llenó de emoción y a la vez de nervios,
aún no podía creer en donde estaba y creía soñar, jamás en mi vida imaginé ver
lo que estaba viendo, ni sentir lo que estaba sintiendo. Cuando la orquesta
comenzó a tocar junto con el coro y esa maravillosa música resonó en la
catedral me estremecí, el gran Haendel también había compuesto música de
coronación para uno de los Reyes de Bórdovar y eso me extasió. Nos pusimos de
pie en señal de respeto, él apareció regio, imponente, vestido como un militar de
uniforme oscuro y con una banda roja en su pecho llena de insignias también, casi
lloré. Lo veía hermoso, casi resplandeciente para mí, estaba enamorada, no
podía quitar mis ojos de él y de lo bellísimo que se veía, verlo pasar con esa
enorme capa que lo investía, tan bello, tan hombre, tan príncipe hizo que mi
corazón se acelerara de la emoción. Nosotras estábamos en primera fila así que
pudimos presenciar todo muy bien, el Barón de Branckfort no se quedaba atrás,
Tita se estremecía al verlo también, él caminó primero llevando sobre un gran
almohadón las joyas de la corona y cuando estuvo en el altar esperó que su
nieto se reuniera con él. Cuando Leopoldo llegó al altar el clérigo lo esperaba
y estando frente a él, el príncipe se arrodilló en un almohadón especial para
él, de esa manera los actos dieron inicio.
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